La
intervención de las dificultades específicas de aprendizaje: lectura, escritura
y cálculo desde el ámbito escolar se realiza después del diagnóstico y en
coordinación con los profesores y profesionales que atienden al alumno que las
presenta. Las acciones específicas, concretas, pensadas para un alumno son las
que se proponen una vez diagnosticado, realizada la valoración de recursos y
necesidades del alumno-familia-centro.
Los
programas de reeducación, las adaptaciones curriculares, los apoyos y ayudas
precisas se adaptan a la casuística y características del alumno.
Todo ello
significa que es necesario conocer al alumno en concreto y las circunstancias
de sus entornos de desarrollo para ajustar las intervenciones a su
problemática, a sus dificultades de aprendizaje.
Lo que
si podemos tener de antemano es la información que nos permita sospechar,
descartar o detectar para su derivación a diagnóstico, y tener materiales que
pueda aplicar el profesor, el tutor o la familia en los inicios de la
valoración o sospecha de dificultades de aprendizaje, antes del diagnóstico
multiprofesional. Información y material que nos permita, facilite, descartar
dificultades o trastornos del aprendizaje frente a errores comunes frecuentes o
frente a otros posibles trastornos que impliquen dificultades para aprender,
pero que no serán diagnosticados de dificultades de aprendizaje específicos (DAE),
por ejemplo un retraso madurativo implica dificultades en el aprendizaje de la
lectura, escritura y cálculo, un diagnóstico de hiperactividad o TDHA
(trastorno déficit hiperactividad y atención), etc., pero no necesariamente
dislexia, o disgrafía, en ese sentido descartar o detectar posibles trastornos
desde el inicio permite tomar decisiones sobre cómo actuar para ayudar al
alumno que presenta problemas de aprendizaje.
La
información ayuda a detectar o descartar dificultades específicas, el material
relacionado con ese tipo de aprendizajes y los factores que pueden alterarlo,
dificultarlo, es otro recurso básico para los centros escolares, para los tutores
y los profesores, que pueden facilitar la detección y además los materiales sirven
indirectamente de intervención inmediata a la espera del diagnóstico si fuese
necesario.
Las
dificultades de aprendizaje específico son: dislexia, disgrafía, disortografía
y discalculia, suelen detectarse entre los 6 y los 8 años, edad en la que los
alumnos inician el aprendizaje de la lectura, escritura y cálculo, aprendizajes
muy complejos que se relacionan con el desarrollo perceptivomotor, el lenguaje,
cognición y con otros factores. En educación infantil, en preescolar, existen
síntomas o indicadores de posibles dificultades que pueden aparecer en el
inicio de la escolarización obligatoria, a los seis años.
El problema
en las primeras edades es que se puede confundir con lo que comúnmente llamamos
en la práctica "le cuesta aprender” a leer, a escribir, pero no significa que
sea un alumno disléxico, por ejemplo. Le cuesta aprender a leer por múltiples
variables que podemos conocer o desconocer, pero esas variables o factores
pueden no afectar al cabo de un tiempo prudente, como se da en muchos alumnos,
especialmente en sistemas educativos que inician muy pronto este tipo de
aprendizajes instrumentales.
Con la
finalidad de poder vigilar, realizar el seguimiento y ajustar los aprendizajes
a los alumnos desde niveles tempranos de escolarización y observar el nivel de
dificultades o problemas que presentan en el inicio de esos aprendizajes, es
suficiente con aplicar intervenciones mínimas desde el aula, y si es preciso en
colaboración con la familia, para así
realizar un seguimiento puntual que permita con datos decidir si es conveniente
o no una valoración y exploración exhaustiva, un diagnóstico para confirmar o
descartar dificultades de aprendizaje específicas.
De tal
manera que:
-
La
información sobre errores específicos en esos aprendizajes y
-
El
material mínimo de entrenamiento e intervención
Son considerados
actualmente un primer paso necesario para tomar decisiones sobre la actuación a
seguir con los alumnos que presentan indicadores o síntomas de posibles trastornos
del aprendizaje. Sí existen indicadores suficientes y la intervención mínima
dentro del aula o en casa, después de un tiempo prudente, no resulta eficaz,
entonces lo más acertado es derivar a diagnóstico.
Estos dos
recursos sencillos: información y material mínimo de intervención son dos
instrumentos básicos para abordar en un primer momento la sospecha de alumnos
con posibles dificultades de aprendizaje, sin necesidad de someter a los
alumnos sospechosos a diagnóstico, ni esperar para ver qué sucede si termina
siendo un trastorno o no.
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