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jueves, 21 de junio de 2012

Prevención DEA


La intervención de las dificultades específicas de aprendizaje: lectura, escritura y cálculo desde el ámbito escolar se realiza después del diagnóstico y en coordinación con los profesores y profesionales que atienden al alumno que las presenta. Las acciones específicas, concretas, pensadas para un alumno son las que se proponen una vez diagnosticado, realizada la valoración de recursos y necesidades del alumno-familia-centro.
Los programas de reeducación, las adaptaciones curriculares, los apoyos y ayudas precisas se adaptan a la casuística y características del alumno.
Todo ello significa que es necesario conocer al alumno en concreto y las circunstancias de sus entornos de desarrollo para ajustar las intervenciones a su problemática, a sus dificultades de aprendizaje.
Lo que si podemos tener de antemano es la información que nos permita sospechar, descartar o detectar para su derivación a diagnóstico, y tener materiales que pueda aplicar el profesor, el tutor o la familia en los inicios de la valoración o sospecha de dificultades de aprendizaje, antes del diagnóstico multiprofesional. Información y material que nos permita, facilite, descartar dificultades o trastornos del aprendizaje frente a errores comunes frecuentes o frente a otros posibles trastornos que impliquen dificultades para aprender, pero que no serán diagnosticados de dificultades de aprendizaje específicos (DAE), por ejemplo un retraso madurativo implica dificultades en el aprendizaje de la lectura, escritura y cálculo, un diagnóstico de hiperactividad o TDHA (trastorno déficit hiperactividad y atención), etc., pero no necesariamente dislexia, o disgrafía, en ese sentido descartar o detectar posibles trastornos desde el inicio permite tomar decisiones sobre cómo actuar para ayudar al alumno que presenta problemas de aprendizaje.
La información ayuda a detectar o descartar dificultades específicas, el material relacionado con ese tipo de aprendizajes y los factores que pueden alterarlo, dificultarlo, es otro recurso básico para los centros escolares, para los tutores y los profesores, que pueden facilitar la detección y además los materiales sirven indirectamente de intervención inmediata a la espera del diagnóstico si fuese necesario.
Las dificultades de aprendizaje específico son: dislexia, disgrafía, disortografía y discalculia, suelen detectarse entre los 6 y los 8 años, edad en la que los alumnos inician el aprendizaje de la lectura, escritura y cálculo, aprendizajes muy complejos que se relacionan con el desarrollo perceptivomotor, el lenguaje, cognición y con otros factores. En educación infantil, en preescolar, existen síntomas o indicadores de posibles dificultades que pueden aparecer en el inicio de la escolarización obligatoria, a los seis años.
El problema en las primeras edades es que se puede confundir con lo que comúnmente llamamos en la práctica "le cuesta aprender” a leer, a escribir, pero no significa que sea un alumno disléxico, por ejemplo. Le cuesta aprender a leer por múltiples variables que podemos conocer o desconocer, pero esas variables o factores pueden no afectar al cabo de un tiempo prudente, como se da en muchos alumnos, especialmente en sistemas educativos que inician muy pronto este tipo de aprendizajes instrumentales.
Con la finalidad de poder vigilar, realizar el seguimiento y ajustar los aprendizajes a los alumnos desde niveles tempranos de escolarización y observar el nivel de dificultades o problemas que presentan en el inicio de esos aprendizajes, es suficiente con aplicar intervenciones mínimas desde el aula, y si es preciso en colaboración con  la familia, para así realizar un seguimiento puntual que permita con datos decidir si es conveniente o no una valoración y exploración exhaustiva, un diagnóstico para confirmar o descartar dificultades de aprendizaje específicas.
De tal manera que:
-          La información sobre errores específicos en esos aprendizajes y
-          El material mínimo de entrenamiento e intervención
Son considerados actualmente un primer paso necesario para tomar decisiones sobre la actuación a seguir con los alumnos que presentan indicadores o síntomas de posibles trastornos del aprendizaje. Sí existen indicadores suficientes y la intervención mínima dentro del aula o en casa, después de un tiempo prudente, no resulta eficaz, entonces lo más acertado es derivar a diagnóstico.
Estos dos recursos sencillos: información y material mínimo de intervención son dos instrumentos básicos para abordar en un primer momento la sospecha de alumnos con posibles dificultades de aprendizaje, sin necesidad de someter a los alumnos sospechosos a diagnóstico, ni esperar para ver qué sucede si termina siendo un trastorno o no.

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